Al amanecer y con los primeros rayos de sol, Carlos sintió de nuevo una suave caricia en su cuello que le hizo despertar.
Su mirada se dirigió hacia un pequeño barco de papel que se deslizaba torpemente por el agua.
Sin pensarlo se levantó rápidamente del banco y corrió para hacerse con el barco pero al alcanzar el borde, el barco se hundió.
Intentó cogerlo y… vio en el agua el reflejo de un rostro sonriente, radiante, mensajero de eternas sensaciones…un rostro que le era muy familiar.
Sin pensarlo se levantó rápidamente del banco y corrió para hacerse con el barco pero al alcanzar el borde, el barco se hundió.
Intentó cogerlo y… vio en el agua el reflejo de un rostro sonriente, radiante, mensajero de eternas sensaciones…un rostro que le era muy familiar.
Sin duda era el de su hijo.
Quizás Javier también le quiso felicitar o tal vez despedirse definitivamente con una imagen sonriente, radiante y mensajera de eternas sensaciones.
A su novela “El Barco de Papel” le añadiría un año más tarde un nuevo y último capítulo.
Paco Sierra. Septiembre 2010.
EL BARCO DE PAPEL.
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